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Tema en 'Lo que Queda' comenzado por _MaStrOpiErO_, 16/Jul/2004.

  1. _MaStrOpiErO_

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    12/May/2004
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    ¡ATENCION! LA SIGUIENTE HISTORIA CARECE TOTALMENTE DE SENTIDO Y SOLO INTENTA INCULCAR MENSAJES SUBLIMINALES. SE RUEGA AL LECTOR SEA PRECAVIDO. GRACIAS.

    Caminaba con aire orgulloso y arrogante por recoleta. Esta actitud se debía a la pronta cita que iba producirse nada más y nada menos que con Pampita. Todavía no logro comprender como fue que la conseguí.
    Creí estar perdido. Para cerciorarme le pregunté a mi abuela que encontré en la esquina. La vi con un peinado diferente. Me indicó el camino, mas antes de marcharme mencionó algo acerca de una entrevista. No la escuché.
    Finalmente llegué. Estaba preparado especialmente para la ocasión. Mis atavíos comprendían una musculosa, una maya y un par de hojotas.
    Toqué timbre. Este debió averiarse ya que nunca dejo se sonar. Ella bajó. Cobijaba un gran parecido con mi madre. Llevaba el mismo vestido del día de su muerte. El sonido del timbre me irritaba. Por fin comprendí. Abrí los ojos.
    Sonaba el despertador. Giré lentamente la cabeza, esta aún me daba vueltas. Llevaba el sabor en la boca de la juerga de la noche anterior. Me sorprendió ver que marcaba las 9:30am, habiéndolo programado para una hora antes. Un frío cruzó mi espina. Esa demora sería la causal de la pérdida de dos de mis tres entrevistas laborales que tenía pautadas para ese día. Igualmente no me depositaba muchas esperanzas. Desde que me despidieron de mi antiguo empleo me vi imposibilitado de conseguir otro, dado que el cociente entre la cantidad de trabajo ofrecido y la cantidad de postulantes da un número menor a 0.1.
    Me levanté no sin fiaca de la cama. Proseguí con mi rutina diaria, llámese esto, lavarse los dientes, la cara, en fin menesteres de aseo personal. Una vez finalizada las cuestiones de higiene, me deslicé hacia la cocina. Ahí, solo preparé un potente y rendidor café negro. El solo pensar en comida, hacía revolver mis entrañas. Era acreedor de una resaca que me producía una batalla considerable en la cabeza. Aún así, fiel a mis ideales, no ingerí medicamentos. Era una filosofía que traía desde pequeño. Solo me permitía consumir pastillas que aceleraran mi cuerpo o produjeran efectos alucinógenos.
    Mientras consumía el santo liquido negro, charlé con un amigo al que yo solo podía apreciar. Creo que esto se debía a que una vez había escuchado que se tomaba café para charlar y en mi vida llena de soledad solo podía hacerlo con él, Pepi, mi amigo de dos narices.
    Luego de un par de polémicas, proseguí con el ritual de la ropa. En si no era un ritual ya que siempre vestía lo mismo sin importar la época del año. Pero no me importaba, jamás presté atención a las críticas de nadie. Solo quería estar cómodo conmigo mismo y esa era la mejor manera.
    Una vez vestido, salí de mi agujero a tomar un poco del aire contaminado de la ciudad, que en si era mas puro del que se respiraba dentro de mi casa. Además de la pequeña fuga de gas, las noches en que bebía copas demás, me agarraban ataques de gases que ¡mama mía! Ni alguien a quien le faltara el sentido del olfato podría aguantar más de unos minutos ahí dentro.
    Luego de caminar un par de cuadras me vi tentado de ingerir algún tipo de bebida gaseosa. Me detuve en el kiosko de Don Raúl y le intercambié dinero por una refrescante paso de los toros en su versión agua tónica. Bebí de un solo trago todo el líquido, como consecuencia mi cuerpo produjo un sonido así como el rugido de un dragón inglés en celo. Hasta el mismo kioskero se vio asustado confundiendo aquel acto por el ataque de alguna alimaña. Viendo yo su cara, sin saber que decir, me eche a reír a carcajadas, pronto Don Raúl reía conmigo. Cuando logramos contener la risa. Me despedí y continué mi camino.
    Me dirigí al MC donalds de Santa Fe y Córdoba, donde me jugaba mi última ficha del día para salir de la mala. Con aires de poco tiempo me recibió el gerente, no sin antes despachar a dos púberes que se quejaban ardorosamente por la demora en la recepción de sus respectivos vasitos de soda. Seguramente son de acá del Pellegrini estos pusilánimes, me dije y me recordé una vez más votar al general experto paracaidista Aldo Rico para el cargo que se presentase.
    El gerente me hizo pasar a un cuartucho aledaño y comenzó a interrogarme. Si se trataba de indagar en cosas inútiles de mi vida, mi psicólogo no lo hubiera hecho mejor. Para muestra basta un botón; el hombre, quien en tren de confesiones dijo haber empezado repartiendo globos enfrascado en un “fancy custom”(es que “disfraz” esta re out pensé) de Ronald MC Donald, mientras sacaba punta inocentemente a un lápiz rojo sangre en forma de m, miróme con aire chaplinesco y lanzó lo siguiente: si usted, fuera un animal, ¿qué elegiría? Qué momento, señores. A mi habitual tartamudez se le fue la tarta resultando así un espacio/tiempo transcurrido sin alteraciones sonoras audibles. Me quedé callado, y no porque estuviera pensando alguna respuesta más o menos digna que me sacara de ese pandemonium. No. Mi mente presentó licencia en ese momento, y se fue lejos, a mis primeros metros recorridos en bicicleta, mi primer amor, la maestra de 3er grado, y por último a la mismísima película “Lord of the rings” en su versión tercera, “el retorno del rey”.
    En medio de esa pseudo-regresión imaginaria, que es el día de hoy que no se cuánto duró, pensé una larga lista de animales. Cuál fue mi sorpresa al escuchar mi voz. Le había dicho al gerente de McDonalds Arcos Dorados S.A., la empresa más capitalista, protestante y pragmatista-apostolica-judeo-evangelica que pudiere existir en el mundo después de Marolio, que si tuviera que ser un animal sería un olifante, gigantesca versión de un paquidermo salido de la mitología tolkiana. Luego me percaté de que él ya no estaba ni en esa oficina ni en el país; la secretaria me confirmó que mientras me encontraba en trance, tuvo que irse con urgencia a Rancho Viejo para resolver unos asuntos indios.
    Sé lo que se estará preguntando ávido lector, y mi respuesta es que no, yo tampoco había visto nunca una oficina y menos una secretaria en un MC donalds, pero esto un sueño no era, como lo confirmaron mis experimentaciones pellizcativas, vísualo-horarias y préndi-apagalumínicas. Solicité mi vasito de soda y me marché sin decirles a donde iba, cosa lógica pues ni yo lo sabía. Una sola palabra tenía en mi cabeza: “mala racha”.
    Continuando mi camino, no dejé de notar que la estrella más cercana a nuestro planeta, Argentina, se estaba posicionando sobre mi cabeza. El mismo ante la baja población de cabello hervía mi cráneo, si alguien hubiera echado un huevo en mi cabeza en ese momento, este se hubiese freído.
    Dada las costumbres que la sociedad inculcó en mi vida no pude dejar de pensar en ir almorzando algo. Mis opciones eran escasas ya que mi situación era la de una economía de guerra.
    Lo primero pensado fue el rendidor sándwich de milanesa, acompañado de un paupérrimo tomate y una seca hoja de lechuga el cual se veía vendido a un precio accesible de pesos 0,75 en el puesto de maní sometido a un proceso a describir: Se toma dos puñados (de persona adulta) de maní español o en su defecto maní de las praderas cultivado al lecho de un río de deshielo. Se lo hecha en una olla previamente dotada de dos partes de agua por una de azúcar Marolio. Se lo deja a baño María hasta que el líquido vital alcance los 100ºc (-173 grados kelvin) y comience su proceso de ebullición. Luego revolver hasta que la mezcla carezca totalmente de agua. ¡¡Y bon apetit!!
    Decepcionado noté que la sumatoria de la cantidad de monedas en cartera no eran mayor o igual al precio estipulado y el garrapiñero Amador no permitió que su brazo formara un ángulo obtuso a su cabeza, es decir, no dio su brazo a torcer. Me sorprendió la ausencia de esta característica tan Argentina, la que sumada a la alta cantidad de melanina y pigmentos oscuros en su epidermis, sus ojos achinados y la risible entonación de sus palabras, no me dejaron mas salida que deducir su origen Inidigenoperuano. Motivado por la ira que produjo su inflexibilidad, me llevó a gritarle ¡Volvé a tu país peruca y la concha de tu madre!. Léase esto como una jerga a modo de insulto de alto calibre.
    Como era de esperar al oriundo del altiplano de Perú, que arañando llegaba a separar su cabeza a un metro con 55 centímetros del suelo, no se vio gratificado ante mi perspectiva de la realidad. Antes de darme cuenta ya tenía partido en mi cabeza el palo de escoba que seguramente el mapuche utilizaba en su calidad de portero nocturno.
    Caminando por Córdoba hacia el lado de Villa Crespo encontré un almacén el cual importaba y exportaba figasitas de manteca. La puerta del mismo se veía adornada por un cartel que solicitaba un vendedor. Decidí echar suerte. Después de intercambiar unas breves palabras con su gordo pero no menos simpático dueño, Don Fernando, estaba contratado. La remuneración obtenida por meses de trabajo era de lo mejor. La misma, una vez debitadas las contribuciones e impuestos, dejaba un salario real neto de dólares 600.
    Al mes había contraído nupcias con la hija del almacenero, Rosita. A los dos años tenía tres hijos únicos, Marcos, Andrés y Roberta, y un par de gemelos, Nico y Niquita, este último, quién sabrá porque, bastante afeminado. No podía creer la buena racha, la felicidad era completa.
    Un día, caminando hacia el almacén, comencé a escuchar una voz que me llamaba: ¡Carlitos! ¡Carlitos! Volvé.
    Sin querer abrir los ojos, maldije a mi inconsciente por su mala costumbre de intentar aliviar mi infelicidad abasteciéndome solo en sueños. Si Morfeo hubiera aparecido en ese momento le hubiese introducido la pastilla azul vía anal, para quedarme por siempre apegado a la realidad buldera que ofrecía mi mente.
    Así es Sr. Lector. Estaba en el hospital, recobrándome de una coma de puta madre.
    Posteriormente me dirigí a la voz chillona que reclamaba mi estado conciente. Rápidamente la asocie con la de mi abogado, Bruno Petraca de Genovese. Solicité un estado de situación. Sin vueltas contestó que el mismo era más que malo. El hospital había subastado todos mis bienes para costear la errónea cirugía plástica que correspondía al paciente Tito, situado a dos camas hacia el lado de la ventana.
    Tal vez esto no fue del todo malo. Ahora cobijaba un gran parecido con Willy Tanner en la entrega en que Alf es acusado injustamente de comerse a Suertudo.
    Conseguí rápidamente empleo en el bar temático de este carismático ET. Ofrecía cuatro funciones diarias y además era camarero. Mi trago la llamarada Willy hizo furor en la temporada 1955/56. Trabajé allí durante 30 años. Rechacé varias ofertas de otros lugares, siendo alguno de estos “el Museo Ocmonic”, “Planet Melmac”, la famosa parilla “lo de Lyn y Bryan”, etc. Recibí jugosas recompensas por participar como invitado de Intrusos y Rumores incluso por participar de la Casa de Gran Hermano, pero derroché todo en una noche de Casino.
    Irónicamente nunca llegue a conocer al verdadero, Max Wright, en si la mano que me dio de comer y porque no para chorear durante 30 años no consecutivos.
    Bueno, este es el final de mi valiente testimonio. Tal vez hoy en día me encuentres en uno de los tantos transportes públicos contándola. Si es así por favor finge interés y es mejor si colaboras. Es el único medio que tengo para subsistir hoy en día desde que cerró el bar y ya nadie se interesa por Alf visto que lo levantaron de Telefé a pesar de que intentó volver a modo de figuritas. Si me ves por favor ayúdame, tengo cáncer de mamas. Además luche en Malvinas y perdí un brazo, y con él, un antebrazo, un codo una mano y cinco dedos pulgares. Soy sordomudo de nacimiento. Si colaboras te doy una Hecho en Buenos Aires. Por favor no me niegues tu mano, yo soy una persona de bien, y hago esto para no salir a robar.
    Bueno, espero no haberlos molestado, que tengan buen día y ojala encuentren algo para darme en la cartera de la dama o en el bolsillo del caballero. Hasta con la moneda mas chica puedo comprarle una garra al peruano de la esquina.
    Gracias y que Dios los bendiga a todos.


    http://www.usatoday.com/life/2003-08-28-alf-arrest_x.htm
     
    #1
  2. _MaStrOpiErO_

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  3. Persiana Americana

    Persiana Americana Hombre de Malvavisco

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    Yo no tengo ubicacion, soy un desubicado.
    Perdon Mastropiero, pero no pude entender. ¿Vos escribiste todo eso o el actor Max Wight?
    Disculpa mi confusion.
     
    #3
  4. sebaxx

    sebaxx Casi Cuevino

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    Argentina Bs.As
    por lo q lei me parece q lo escribio el...

    hay una parte q dice :
    Max Wright no va a hablar del mismo, o no ?
     
    #4

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